Santiago a principio de siglo 171
cañerías que las conducían a algibes y a tanques de hierro.
Un gran porcentaje de las residencias y almacenes poseían algibes. e) Las cocinas se alimentaban del combustible de carbón vegetal, en fogones de mampostería, con hornillas, y anafes de hierro. f) Para el baño,
venían cubos especiales, con llave de regadera en el fondo, accionada por una cuerda y mediante otra cuerda y polea, se subían y fijaban a la altura deseada. g) Pero se usaba generalmente el baño en el río. Por las
madrugadas se unían familias de un mismo vecindario en caravanas divertidas pero muy discretas, hacía los bañaderos establecidos en diferentes zonas de la playa del río. Durante el día iban todas las gentes del pueblo.
Estaban separadas las zonas para los hombres de aquellas de las mujeres y se prohibía el baño completamente en desnudo. El río corría con mucho mayores caudales que en el presente.
Tenía "pozas"
peligrosas, y remolinos trágicos cobraban la vida de los nadadores imprudentes. Las chiquillerías y los mozos jugaban el "panqueo", y la "zabullida" largo rato bajo el agua para salir bien lejos, etc.
Los más díscolas, entre los mozalbetes de los Colegios, cuando se desviaban de las clases, iban hacia el río y a esto llamaban "curársela" que significaba algo así como evadir la clase. Los lugares
mayormente peligrosos del río, se llamaban "poza del ataúd", "charco del Indio", etc. En 1909 tras 9 días con sus noches consecutivas lloviendo, el Río hizo una gran creciente, llegando las aguas al
nivel de la que es hoy calle "San Severo" por haber alcanzado ese nivel en el día de ese Santo. Este temporal ahogó una revolución acaudillada por el General José Estrella. El famoso nadador Colás Borbón
atravesó él río a nado, llevándole no obstante un parlamento del Presidente Cáceres. h) Aunque se usaban retretes, no eran siempre rústicos como en las barriadas y en los campos. En gran parte eran de hoyo profundo,
hasta encontrar arena que filtrara; situados en el interior, en el martillo dentro de la casa; y con asientos de madera de caoba, con sus tapas y chimenea en condiciones inodoras.
172 Pedro R. Batista C.
En la Villa de París de Rafael J. Espaillat importaban unas cubetas portátiles de doble fondo despegable, con aro y tapas de madera en los bordes, idénticas a los modernos asientos de los inodoros, artefactos que no
estaban generalizados antes de que se estableciera el Acueducto. 88.- El ornato y embellecimiento del pequeño radio urbano contaba con la cooperación de los munícipes, que construían en el frente de sus casas sus
propias aceras de ladrillos; o donde las había corridas a todo el largo de un lado de determinadas manzanas, el ayuntamiento a veces contribuía con la obra de mano y del personal de obras públicas municipales y los
propietarios aportaban los materiales. La práctica continuó largos años después, como sucedía en la segunda década, cuando los vecinos del tramo de calle "Las Rosas", entre "Comercio" y 30 de Marzo,
aportábamos cemento y las obras públicas Municipales pavimentaban las aceras en ambos lados de la calle. De mayor significación era la efectiva cooperación de la Sociedad Progresista del Yaque que desde las
postrimerías del siglo anterior había construído el Parque Central, efectuado obras en el Cementerio Municipal y contribuído al arreglo de varias calles; "La Caridad", sostenedora del antiguo Hospital
"San Rafael" que se alojaba en el viejo caserón con que terminaba la calle "30 de Marzo" en su acera Oeste, con esquina "Las Carreras" y que luego construyó los tres primeros pabellones que
la mano del Estado ha ido transformando en el actual Hospital "José María Cabral", en lo que era el llano de "El cacao"; los "Amigos del Adelanto", constructora del Parque Colón; la Logia
"Nuevo Mundo No. 5", constructora de las bases de concreto, para un proyectado Manicomio en lo que es hoy la calle "Escalante", convertidas por la mano del Estado en el principal Liceo escolar de la
ciudad. Es la obra persistente de remodelación y arreglo de las calles, hacia su completa planificación, la que ha llevado al cabo la disminución de muchas pendientes que se ven hoy reducidas a menos de cinco por
ciento en las calles de la parte baja. (supra No.84). 89. - En la zona Urbana el alumbrado público y privado era a base de kerosén gas (petróleo). Lámparas con quemador
Santiago a principio de siglo 173
mechero y tubo de chimenea como todavía existen hoy. (supra No. 45-b-c). a) Se usaban individualmente, o en arañas colgantes, ornamentadas, de acero, hierro o bronce; con capacidad para 2, 4, 6, y hasta 12
lámparas; lo mismo que en lujosas arañas de cristal con lágrimas de Batavia, que difundían mayormente la luz; o en faroles individuales, para el alumbrado público, de las calles plazas y parques. Las había ornamentales
en los dos Parques, alimentadas con gas. En los salones Sociales y residencias lujosas se usaban espejos de lunas biseladas, y de cuerpo entero que ayudaban a difundir la intensidad de la luz. b) El Ayuntamiento
costeaba y sostenía el alumbrado público y casi no se comprende hoy, cómo uno de aquellos faroles en cada esquina o a mitad de manzana, esparciera suficiente luz para alumbrar los sectores de cada calle. Solo ayuda a
comprenderlo en su justo medio, si se llega a recordar la lobreguez de aquellas calles, cuando ocurría la emergencia de algún farol apagado. Pero más claras eran naturalmente entonces nuestras noches de Luna. De esa
luna que tanto cantaban los poetas, ya casi no se canta nada, pero es precisamente porque la intensa luz eléctrica de la ciudad no nos deja contemplar el cielo. Hay que salir a la Campiña abierta para inspirarse en
cantos a la luna como lo hicieron los poetas antiguos, desde la China de Li-ta-i-poh hasta los modernos que tanto y tan bellamente cantaron a luna.... porque la veían. c) Después se cambiaron los faroles de los
Parques, sucesivamente la luz eléctrica, de arco voltaico de 2000 bujías en la segunda década Modernamente el alumbrado ha desmejorado y ni las bombillas actuales de plombagina, ni las luces de Mercurio han igualado la
intensidad luminosa de las primeras lámparas de arco voltaico de 2000 bujías las sobre las férreas, triangulares y altas torres de largos brazos, avanzados hasta el medio de la calle, que originalmente hubo. 90.- Las
vías de comunicación hacia los lugares vecinos, aparte del Ferrocarril con Puerto Plata y Estaciones intermedias eran caminos rústicos como lo eran el de Gurabito, el de Las Totumas, Gurabo, Tamboril, La Vega, Moca, San
José de las Matas, La Canela, Mao y Línea
174 Pedro R. Batista C.
Noroeste, por algunos de las cuales transitaban coches y carretas. Por donde se vadeaban arroyos y ríos como "Gurabito" y
"Nibaje" había Puentes de Mampostería de magníficas, sólidas y encominables estructuras; pero en el curso de la primera década, el gobierno del Presidente Cáceres dotó de un Puente de material de acero, el
paso sobre el arroyo de Pontezuela en el camino de Tamboril. 91.- El sistema vial lo constituían los Caminos Públicos y Santiago era el Centro de las comunicaciones en el Valle del Cibao. No había carreteras 1ro.-
Había hacia Puerto Plata, además del ferrocarril, dos caminos: El de Palo Quemado a través de la Cordillera; y el de Altamira, que fue el principal anterior al establecimiento del ferrocarril, por donde iba la carga de
Productos y mercancías de importación y exportación. Hay que imaginar qué grande impulso novedoso y entusiasta alegraba la vida; y cuánta fe en el inmediato porvenir alentaba los ánimos, con el establecimiento de la
flamante vía férrea hacia Puerto plata (1897). Se salía de Santiago por el Camino de Monte Cristy (Gurabito) hasta la Emboscada (20 K.) y desde allí por "Las Lavas" y "El Limón" hasta las montañas de
Altamira; y por el Río Isabela hasta alcanzar por el llano a Puerto Plata. 2do. Hacia Monte Cristy, se usaban también dos caminos: uno iba por la misma trayectoria que el de Puerto Plata antes dicho, hasta la
Emboscada y seguía por Navarrete, Esperanza, Guayacanes, Jaibón, Hatillo y Guayubín todo sobre la margen derecha del Yaque: por el otro, había que vadear este río en los primeros 20 kilómetros a la salida, de Santiago;
y seguir sobre la margen izquierda hasta Amina y Mao y desde allí hasta Santa Cruz y el Río Gurabo, por la Barca del Río Yaque, más abajo de Guayubín hasta Monte Cristy. Un camino menos llano que el primero. 3ro.
Hacia La Vega, que constituía el Centro de los demás caminos hacia el Este y Sur de la República, habla también dos caminos. Uno directo, que precisaba de seis o siete pasos a Río Verde, por el lado Oeste del Santo
Cerro; y el otro por vía de Moca y lado Este del Santo Cerro. Actualmente coinciden, el uno con la autopista y el otro con la antigua
Santiago a principio de siglo 175
Carretera Duarte, por donde se hallaba La Vega vieja. (Supra No. 20). 4to. Por La Vega tenía Santiago sus más frecuentes, importantes y casi únicas comunicaciones con la Capital de la República. El ferrocarril las
mejoró solo en el sentido de facilitar una vía marítima más rápida, que la que hasta entonces solo se lograba por Sánchez, Provincia de Samaná; pero había siempre que esperar la llegada de Vapores, su descarga en Puerto
Plata y su salida desde allí a Santo Domingo; lo que también se hacía por el Puerto de Sánchez, por vía del Ferrocarril de La Vega. 5to. Entre la Capital y Santiago solo viajaban con mayor frecuencia las autoridades
del Gobierno y algunos que otros estudiantes de profesiones académicas, que se cursaban en el Instituto Profesional, Antigua Universidad. Los particulares, comerciantes y personas acomodadas, tenían mayores y frecuentes
comunicaciones con Europa y Estados Unidos de Norteamérica, que con la Capital de la República, Nuestra juventud acomodada estudiaba en Nantes, París, Londres, Philadelphia, Colegios de Sajonia y otros 6to. Hasta el
Correo ordinario iba y venía por la vía terrestre. Por la vía marítima, circulaba la carga más pesada de los Impresos y paquetes. 7mo. Por la vía terrestre, se empleaban tres días con sus noches a lomo de mulas
amaestradas para los Caminos que eran tres: el de Bonao, el de Las Gallinas y el del Sillón de la Viuda. 8vo. Alguien nos contó la siguiente anécdota: Hacia la segunda década, don Alberto Oquet, entonces un
funcionario consular o diplomático de Francia en la Capital de la República, viajaba por la, vía terrestre hacia Santiago y naturalmente pernoctaba una o dos noches en las paradas (enramadas en las montañas) que había
en cada uno de estos tres caminos Transcurridos muchos años más tarde, ya viviendo don Alberto en Santiago, recibió una mañana un papelito que le dirigió desde la cárcel un sujeto a quien le fue fácil recordar por
haberle asistido en el pasado en alguna de las posadas de las montañas. Este hombre parece que le pedía alguna ayuda a don Alberto, quien se mostró bondadoso y tal vez agradecido y fue a verle a la Cárcel y allí se
enteró de
176 Pedro R. Batista C.
que su viejo posadero estaba preso, acusado de asesinato y robo en la persona de uno de sus huéspedes viajeros. - Pero cómo? le preguntó extrañado don Alberto al
prisionero, tantas veces que pasé noches en su posada, llevando dinero; y Ud. siempre fue un hombre honrado? - "No don Alberto. Lo que pasaba entonces, es que con Ud. no podía hacer yo estas cosas". Porque Ud.
es un hombre de mucho bulto". Con todo y suponiendo que la anécdota sea cierta, precisa consignarla como un hecho aislado, pues las posadas en aquellos tres caminos ofrecieron siempre seguridad y confianza a los
viajeros entre la Capital y el Cibao. Esa era además la vía del Correo, por donde circulaban valijas con sumas importantes de dinero efectivo, que sobrepasaban decenas de miles de dollares y nunca se supo que
desvalijaran a nadie. Había empresarios que mantenían suficientes mulos bien equipados, con sus prácticos y aperos necesarios para cómodas jornadas y que alquilaban a los viajeros que sólo tenían que llenar las alforjas
con sus provisiones alimenticias para el camino, preparar las maletas de equipaje y echarse a cabalgar. 92.- Para el transporte público de mercancías, productos y cargas en general se usaban a conveniencia, los
burros, caballos y mulas; y para las cargas pesadas o de mayor volumen, la Carreta, de fabricación local. Para pasajeros, en la zona urbana y a algunos lugares no muy distantes como Tamboril, se usaban coches. a)
Había buenas y elegantes Victorias tiradas por parejas de caballos grandes, norteamericanos así como Calesas y Quitrines, y vestían los cocheros no solo limpios sino a toda gala y con bombín. (infra letra d). b) Al
principio todos los coches tenían llantas de acero y causaban mucho ruido sobre las empedradas y enarenadas calles. Esto era causa de que el Ayuntamiento permitiera acordelar una calle para suspender el tránsito y
consiguiente ruido donde había algún enfermo grave. c) Había dos empresarios de coches; Don Carlos y su hijo José Manuel López en "Las Piedras" con "Sol"; y Antonio de Alles, en "Las
Rosas" ya al finalizar la década, donde estuvo
Santiago a principio de siglo 177
el Cuerpo de Bomberos. d) Los coches de José Ml. López fueron cambiados por otros nuevos esta vez con llantas de
goma, entonces silenciosas y mucho más lujosas que las anteriores, tiradas por parejas de caballos Norteamericanos de mucho tamaño; e) Entre los Cocheros había Caballeros de buen trato y buen vestir. Algunos reunían
las mejores deseables condiciones inclusive de educación. Un ex Cochero de Santiago llegó a ser primero Coronel, Gobernador y luego Cónsul de la República en la ciudad de New York. f) Los primeros automóviles los
introdujo el propio José Ml. López. (supra letra c) Dos grandes y lujosos carros de grandes marcas traídos de los Estados Unidos para siete pasajeros pero de segunda mano, muy usados y de motores ruidosos. A estos
siguieron otros dos (Pope Hartford) importados por Pinpín Victoria, esta vez más nuevos, corrían como en los Estados Unidos con capota descubierta; ambas empresas tenían al principio reservaciones para todas las horas
del día; y debían hacerse con anticipación. Las damas para pasearse en esos automóviles se hacían unos turbantes de finas telas y una larga cola de velillo de seda que la marcha del carro agitaba formando estelas de
sutiles colores. Los choferes eran Norteamericanos traídos con los carros. g) Después vinieron los automóviles menos pesados de la marca "Ford" con ruedas parecidas a las de bicicletas. El motor se encendía
con un manubrio en la parte delantera del automóvil. Cuando llovía las ruedas tenían que ser provistas de cadenas para vadear los baches y lodazales de los caminos públicos o a veces fango aparentemente duro en la
superficie de un lodo profundo, que enchivaba el vehículo. h) Uno de los pioneros del automovilismo eran Ag. Payamps y Fed L'Official y después los Hermanos José y Nacle Nazar, para viajes cortos a los lugares menos
distantes y con mejores caminos. Con el manejo de los automóviles grandes a exceso de velocidad se accidentaba mucha gente. Juan Vila vivió algunos años gracias a un transplante que le hicieron en N.Y. de la vejiga de
un animal (cerdo). i) La llegada de los automóviles impulsó a los Ayuntamientos posteriores ya era la segunda década a abrir y ensanchar caminos.
178 Pedro R. Batista C.
j) El Ayuntamiento de Santiago
hacia los años posteriores a la primera Guerra Mundial había construído carreteras para la comunicación con todas las Comunes de la Provincia.
k) El mago que bordeó las montañas para llevar las carreteras a
Jánico y San José de las Matas era un Ingeniero Práctico, don Vicente Estrella Durán; y l) El Ayuntamiento que realizó esos trabajos lo componían C. Sully Bonnelly, Presidente; José Ma. Benedicto y Lic. Miguel Angel
Feliú, Regidores y Rafael Díaz su más dinámico impulsor, Síndico. En obras Públicas Municipales se destacaba también la autoridad de un joven, Tulio Camejo, eficientísimo en las matemáticas para esas obras. 93.- El
Ayuntamiento era independiente en el ejercicio de sus atribuciones administrativas ordinarias, aunque sujeto a rendir cuenta de sus recaudaciones e inversiones. Eran elegidos por las Asambleas Primarias (el pueblo) y
duraban dos años en su ejercicio. 94.- Las únicas elecciones por asambleas primarias eran éstas de los Ayuntamientos y la de los llamados Colegios Electorales de cada Provincia, que se componían de los Electores que
en número proporcional al de sus habitantes, elegían las Comunes; y cuyas atribuciones eran; elegir a los Miembros del Congreso; al Presidente y al Vice Presidente de la República y eemplazarlos; formar las Listas de
los bien cualificados en cada Provincia para desempeñar la Magistratura Judicial. A la Provincia de Santiago correspondían 68 Electores: 35 Comunales, 12 por Mao; 12 por San José de las Matas y 9 por Jánico. (Supra 84
bis -d). El cargo de Regidor. (y Presidente etc.) de los Ayuntamientos fue siempre Honorífico. El pueblo escogía a sus más honestos, representativos y honorables munícipes de vida independiente. Los elegidos
apreciaban y agradecían el cargo como un gran honor y entonces lo era en verdad. Solo durante el colapso de 1916 a 1924 el Gobierno Militar que redujo a solo tres Regidores incluido el Presidente, la composición del
Ayuntamiento, mediante un cambio de sistema administrativo, les asignó una dieta por Sesión de $20.
95.- Para la administración de Justicia había en el Distrito Judicial un Tribunal de Primera Instancia; y para la Común
Santiago a principio de siglo 179
una Alcadia servida por un Alcalde Constitucional como se decía a los actuales Jueces de Paz. Había pocos graduados en ejercicio de las profesiones jurídicas y no estaban todavía muy lejanos los días en que el
General Miguel A. Román hijo, uno de los ciudadanos de mayor relieve político durante los gobiernos de Morales y del Gral. Ramón Cáceres de quien llegó a ser Secretario de Estado de lo Interior y Policía, había
desempeñado la función de Juez del Tribunal de Primera Instancia, al igual que otros no graduados en el estudio del Derecho. Había sí, prominentes abogados como don Isaías Franco, don Genaro Pérez, don Domingo
Antonio Rodríguez, don Emilio Reyes, don Jafet D. Hernández, don José Nicolás Hungría y otros; así como autorizados defensores públicos entre quienes descollaba don Pepito Pichardo; pero los Juzgados de Instrucción,
Alcaldía Constitucional y Procuraduría Fiscal eran desempeñados por ciudadanos que reunían las mejores condiciones, aun no siendo graduados en Derecho. Se auxiliaban ellos mismos por el estudio sobre los textos del
Derecho Francés; y como no había abundante juris prudencia hasta después de 1908 cuando se estableció la Casación, los tribunales se guiaban mayormente por la Jurisprudencia General alfabética de Dalloz, los Códigos
Anotados y hasta por la Doctrina francesa que estudiaban, leyéndola de corrido sobre el texto en dicha lengua, de manera que solo les faltaba haber convalidado sus estudios por las disciplinas académicas. EI resultado
era una cabal y consciente administración de justicia, una elevación constante de su ministerio, austeridad, respeto y sólido prestigio de la Magistratura Judicial, como en veces ha faltado posteriormente en el curso de
nuestra historia. Los Jueces imprimían la mayor solemnidad a las audiencias. No existían Togas ni Birretes. El traje para las audiencias y para todos los funcionarios y auxiliares de Justicia era la levita,
acompañada del bombo alto de pelo negro; corbata negra y cuello alto, de mariposa; puños duros, sujetos a la manga y sobresaliendo por los bordes de aquellas de la levita; traje con el cual caminaban a pie desde su casa
al Tribunal y viceversa. Era esto sólo, una lección objetiva de enseñanza cívica para la masa de la población que al verlos
180 Pedro R. Batista C.
pasar por las asoleadas calles de la ciudad, alentaba en
su propia psicología la impresión de que la Justicia era algo superior en la vida corriente y en el quehacer común.
En Estrados, el Juez ocupaba el centro de la parte frontal y por los lados en ambos extremos,
no apiñados como a veces después se han visto como pareciendo actuar en contubernio, el Fiscal y el Secretario. A éstos seguían en sus lados respectivos, los Abogados de las partes; mientras los Alguaciles ocupaban
tribunas más bajas. Se conducían las audiencias en forma diligente: con expedientes completos, desde las piezas iniciales hasta las finales citaciones y documentos de la causa; y solo había reenvíos en las
eventualidades necesarias en el curso de algunos procesos. Desde que el Presidente declaraba abierta la audiencia y ordenaba al Alguacil el llamamiento de la causa, hasta que se cerraba la audiencia a veces a horas
corridas de la mañana a la noche según la importancia de la causa, primaba en el recinto la mayor solemnidad.
Las formas han contribuído a cada paso de la Historia, tanto como el contenido en la vida de las
instituciones, a la realización de los elevados fines que las sustentan. Hasta la Iglesia con sus encumbrantes ceremonias de otros días, sus revestidos en colores elegidos para cada diferente circunstancia, su liturgia,
cantos, música eminentemente religiosa sin mezcla de aires profanos y el uso del latín, en parte y por ello se mantuvo sin mayores tropiezos a través de dos mil años.
Hasta el año 1908 no hubo Cortes de
Apelación. Las sentencias del Tribunal de Primera Instancia eran apeladas ante la Suprema Corte de Justicia, ante la cual tampoco existía el Recurso de Casación. Pero en ese año se reformó la Constitución (infra 96) y
se crearon las Cortes de Apelación y se dió a la Suprema las actuales atribuciones de Corte de Casación. Para integrar la Corte de Santiago se escogieron algunos de los respetables hombres de leyes de la ciudad y la
completaron algunos otros de la Capital. Entre estos figuraban en los primeros años el Lic. Arturo E. Mejía, el Lic. Edmundo Martín, el Lic. Francisco Rodríguez Volta, y otros.
Santiago a principio de siglo 181
Se conocieron en esa época tal vez las más sonadas litis y procesos célebres que hayan tenido jamas los Tribunales de Santiago, algunos de los cuales vinieron por envíos de la Corte de Casación tanto en materia
civil y comercial como en materia criminal. Y entonces se oyeron en el foro santiagués a los mejores penalistas y civilistas del país. Angel Ma. Soler, Juan José Sánchez, Mimino Ferreras, José Ma. Nouel, Elías Brache,
Pelegrín Castillo, inyectaron literatura jurídica nueva en el ambiente judicial y en causas célebres, cuyas audiencia; llegaban hasta el filo de la madrugada y el público que no cabía en la Sala oía desde abajo en las
aceras del Palacio. Los Magistrados de la judicatura brillaron entonces por su idoneidad, consagración y dignidad. No solamente se esforzaban en decidir en sus sentencias conforme al Derecho y siempre bajo la guía de
los principios y la consulta de los textos de doctrina francesa y sus Códigos Anotados -entonces todavía con pocas modificaciones o diferencias con los nuestros-, sino que además, se empeñaban en la época misma en que
no existía la Corte de Casación en explicar con toda claridad el por qué de su decisión. En materia criminal respondían con la mayor eficacia los Oficiales Superiores y Agentes de la Policía Judicial, activa y
diligentemente y sujetos a las técnicas. Los Fiscales, Jueces de Instrucción, Alcaldes, Comisario y Oficiales de la Policía Municipal en sus atribuciones de Oficiales o Agente de la Policía Judicial, concurrían todos
prestos y diligentes a cualesquiera hora del día o de la noche a los lugares donde se cometía algún crimen y los procesos verbales se iniciaban en base a la mayor y más expedita vía en el descubrimiento de la verdad.
96.- En 1908 se reunió en la ciudad de Santiago bajo la Presidencia de don Eliseo Grullón Julia, (infra 122 --d), y convocada para el mes de Septiembre la Asamblea Revisora que votó una nueva Constitución en sustitución
de la que estaba vigente desde el 20 de Junio de 1896, y que perduró hasta 1924. Varias veces en el curso de la Historia, Santiago ha sido punto de reunión de esta clase de Asambleas. En esa Constitución se suprimió la
Vice Presidencia de la República por iniciativa del Gral. Ramón Cáceres, según se decía, por curioso juego de la política.
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Referíase, que en las campañas de la guerra civil en los
precedentes años, el prestigioso líder nacional había ofrecido algo más de lo que podía a un bravo general, casi siempre victorioso en la manigua y en las armas del Gobierno. Entre esos ofrecimientos figuraba la
recomendación para que lo eligieran Vice Presidente, oferta imposible de cumplir por el general Cáceres pasado el entusiasmo de las batallas campales entre lomas, bajíos y llanos de la República, a causa de la
incapacidad intelectual del Sujeto beneficiario de la oferta. En tan embarazosa situación optó el Gral. Cáceres por recomendar confidencialmente a sus amigos de la Asamblea Constituyente la supresión de la Vice
Presidencia. Se tomó en cambio como causa aparente, el pretextado peligro que históricamente representaba ese cargo para la estabilidad de la paz pública. 97.- Las costumbres. a) Santiago era por entonces un
pueblo de rígida y severa moral y las Escuelas de la época tenían clases sobre las materias de conducta, cortesía y buenos modales y estaban en uso algunos textos como Urbanidad, por Carreño; La Moral en Ejemplos
Históricos; que publicaba la casa Appleton; "Las Lecciones de Moral y Cívica"; y otras; y en la enseñanza Superior "La Moral Social" según Lecciones del Sr. Hostos. Nuestro Profesor de Elementos de
Química Inorgánica, Lic. don Jesús Ma. de Peña, recordaba, recitaba y nos hacía copiar en el exergo de nuestros libros de texto, el siguiente pasaje del discurso pronunciado en la graduación de los primeros Maestros
Normales (él era uno de ellos) por el Sr. Hostos:
" La Moral no se funda más que en el reconocimiento del Deber por la Razón; y la Virtud no es ni más ni menos que el cumplimiento de un Deber en cada uno de
los conflictos que sobrevienen de continuo entre la razón y los instintos. Lo que tenemos de racionales vence entonces a lo que tenemos de animales. Y eso es Virtud porque eso es cumplir con el deber que tenemos de ser
siempre racionales".
La regla moral se hallaba en toda faceta de la vida del individuo, de la familia y de la Sociedad. Una especie de
Santiago a principio de siglo 183
patrón configuraba las
actividades de la vida política, económica, individual, familiar y social; hasta las deudas del juego -actividad repugnante-, debían ser moralmente pagadas, aun cuando no tenían el acceso a la justicia; la regla moral
aparecía indispensable y necesaria para las más mínimas acciones. Presidía los actos de conducta, los buenos modales y buenas maneras, la Educación, en fin. La buena, la alta, la que se llamaba "primera
sociedad", de la que algunos hablan hoy en día con aviesas intenciones para atribuirle gradaciones "de primera, de segunda y de tercera" que nunca existieron como para crear inquietudes y sensibles
diferencias entre los miembros de vida muy hermanada en aquella comunidad, no era más que aquello. La espontánea y natural formación del grupo social que integraban individuos y familias, que desde lo más antiguo vivían
en conformidad con tales normas y principios; tenían un mismo buen trato social y buenas maneras; y se las transmitían de generación en generación, desde los remotos días de la Colonia, primeramente Española, después
Francesa y otra vez Española; de todo lo que, las Matronas de principios de este Siglo, recordaban como lo más antiguo de sus experiencias vividas en Santiago, a la Madamma García, cuya residencia era la casa de dos
plantas, de ladrillos y maderas, con balcón corrido, en el solar que actualmente ocupa el Colegio "México"; donde se reunía lo selecto, no a base de fortunas económicas que no las había, pero si a base de todo
aquello. En el Salón de la Madamma García se reunían habitualmente personas distinguidas por su condición y su cultura y se celebraban bailes y grandes fiestas. Los prestigiosos "Centro de Recreo" y "Club Santiago" de escrepulosas reglas para la admisión en su seno no solo de sus miembros sino además de
frecuentación en sus Salones, se fundaron ya en la última década del Siglo pasado, como Asociaciones privadas de lo más distinguido y florecieron y llegaron a su apogeo en las primeras décadas del presente Siglo. La
nueva Sociedad y su manifestación a través de Clubes privados era el producto y la herencia de los viejos troncos que en su mayoría hicieron la Restauración de la República, e influyeron grandemente con sus vidas en
todas las actividades de la comunidad de Santiago. (Supra 48 y 48
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bis - letra c). b) Hasta en el vestir, había costumbres austeras: Recordamos uno de los rigorismos de
nuestras antiguas costumbres que hoy parecerían exageradas o ridículas. Cuando el Ayuntamiento contrató la instalación del sistema de agua y luz, para cuyo trabajo se empleó un nutrido número de extranjeros, algunos de
los cuales se hospedaron en el Hotel Garibaldi emplazado entonces en la calle de "La Amargura", algunos de ellos salieron a reposar la siesta poco después de un medio día de Domingo y se acomodaron bajo unos
frondosos Zamanes que crecían en el Parque Central,vistiendo todos ellos en mangas de camisa, como viste hoy la generalidad de los que andan en la calle. Los que observaron, mostraron tanta extrañeza y desagrado, que
pronto no faltaron voces de censura y conminaciones de grupo juveniles que les hicieron abandonar el Parque, hasta que se proveyeran de sus sacos o americanas. Estos jóvenes Norteaméricanos estaban a la manera de hoy
correctamente vestidos con caballerosa elegancia y limpidez; pero habían salido del Hotel en mangas de camisa y eso era cosa tan grave como delito para la austeridad de las costumbres. Y es, que por entonces nadie se
atrevía -y repugnaba individualmente a cada uno- salir a la calle, sentarse a la mesa, ir de visita, sentarse en el parque, en mangas de camisa. Era una falta grave como el asistir a un enterramiento que no fuera
vestido de negro, o el andar destocado, sin sombrero. Tales eran las costumbres del vestir. Los labriegos venían a la ciudad vistiendo americanas o a veces chamarras, no chaquetón de paño burdo, sino saco, semejante a
la americana, alforzado por el pecho con cuatro bolsillos con sus tapas; una prenda muy usual para el deporte de la cacería, para las Campañas de guerrillas en épocas de Revoluciones y como de calle en la ciudad. A
ningún hombre urbano le faltaba un traje oscuro, sea de casimir o de imitación de casimir -tela común para traje económico de vestir, que usaba mayormente el campesinado- a causa de que era desentonante y repugnaba
individualmente a cada uno, el quebramiento de la costumbre cualquiera que fuera la circunstancia de que se tratara.
Santiago a principio de siglo 185
Los hombres vestían de saco, chaleco y pantalón, con
puños y cuello duros, despegables, bien almidonados igual que las pecheras de las camisas; abotonaban los puños de las camisas en su parte superior para agarrarlos del extremo de la manga y en su parte inferior como
gemelo de buena plata u oro; y llevaban corbatas de lazo o larga, según la circunstancia; y nunca salían sin sombrero. Reducido número de gente andaba descalza, porque el zapato era relativamente muy barato y se
consumía mucho calzado americano de buenas marcas, por precios como $5, $6. El campesinado usaba mucho el "calzapollo" de fabricación nacional, muy fuerte y resistente que fluctuaba entre $l.50 y $2.50. Era de
gruesa y buena zuela, con punteras, contrafuertes, ojaleras y cambreras de lo mismo, en combinación con tela de lona. Los niños vestían zapatos con medias largas acordonadas; pantalones ababuchados a la rodilla; entre
los 16 y 19 años se iba haciendo más largo, a media pantorrilla y totalmente largo en esa gradación a los 21 años. Las mujeres vestían, cual que fuera la moda, de largo hasta los tobillos, mangas hasta la articulación
de la mano, que iba a veces enguantada; y cuello hasta el alto de la garganta. Era impúdico enseñar las pantorrillas y un duro corset de varillas de ballena forradas de finas telas (raso, seda, etc.) les aprisionaba el
pecho, disimulando los senos y caderas. Grandes peinados y cabeza cubierta con enormes sombreros de diversas modas y grandes alas. c) Entre las reglas de conducta en la calle, la prohibición de sentarse del lado
afuera, sobre la acera, interrumpiendo el tránsito (Ley de Policía, votada en 1908) era generalmente incumplida. - Lo mismo, aquella que castigaba a los que ponían cencerro detrás de la comitiva del matrimonio de un
viudo; o - la que castigaba arrojar monedas a los grupos de muchachos callejeros durante los bautismos a la salida de la Iglesia. d) Pero entre todas las costumbres que informaban del rítmo de la vida de la Sociedad
Dominicana, no solo la vida de Santiago, durante los primeros años del 1900, hay algunas que convienen a toda Historia destacar, ya que sus fines no son solo narrar, sino además, explicar las causas y
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consecuencias de los hechos; comparar y orientar la vida presente por el estadio de las implicaciones del pasado. Había una regla lamentablemente ya en desuso en gran parte de las familias
dominicanas y que era la misma y se seguía igualmente en el Campo y la Ciudad, entre ricos, acomodados y pobres, y en todas las clases de la sociedad. era sentarse todos juntos los miembros de cada familia, alrededor de
una mesa, tendida por un limpio mantel, a las horas y en ocasión de comer; y para los menores de edad, otra además, la de llegar a la casa, en la ciudad, "al último campanazo de las nueve", si por alguna
"retreta" en el Parque o por alguna otra circunstancia parecida, salían de casa a prima noche; que para deambular y pararse en las esquinas, no salían de noche. La noche era para estudiar. El quebrantamiento
moderno de la primera de estas dos reglas: falta de reunión a la mesa para comer todos juntos en la familia, a la mirada recíproca, cara a cara, constituye un mal hábito de nuestro tiempo en el seno de gran número de
familias. Y ha sido causa de las más eficientes de muchos de nuestros grandes males sociales. Hay generaciones juveniles que han crecido sin la participación de aquel rato de la vida del hogar, de intercomunicación de
las formas y modo de vida; de los pensamientos a través de los cuales el padre de familia descubría más fácil y oportunamente las inclinaciones de sus hijos; los orientaba hacia una vida en Sociedad y en el marco de la
decencia. Muchos también han crecido y se han formado, sin ver a ninguna otra ocasión la cara de sus mayores y mejores en el seno familiar. Entran y salen de la cárcel, por delito, por ejemplo y con la cara
"fresca" y victoriosa como aquella de los que realizan hazañas encomiables. No han tenido ni tienen que ver la cara a nadie; no conocen la vergüenza de las malas acciones y como hay desconocimiento de las
mismas, éstas no dañan a nadie y son recíprocamente disimuladas y pasadas por alto en la vida de Sociedad. Todo en contraste con los viejos y más duros tiempos, cuando esta clase de infortunados sucesos en la vida de
algún miembro de la Sociedad le avergonzaba individualmente a sí mismo, y a su familia y le producía renuencia en el trato del
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ambiente Social.
98.- Domesticidad y Servicios Gran parte de las amas de casa y sobre todo aquellas familias tradicionales o más antiguas, contaban para el servicio doméstico con buenas gentes "añejas como el vino"
Generalmente las habían empleado a la fecha y con ocasión de sus respectivos matrimonios, y las habían conservado por muchos años, durante se sucedían nacimientos, crecimiento y desarrollo de cada vástago de la prole;
conviviendo con la familia hasta identificarse con sus miembros; gozando y sufriendo con ellos, en las alternativas del tiempo y de la vida. Muchas envejecían, se invalidaban o morían a edad más que provecta, después
de servir casi toda la vida con fidelidad en la casa; y en la invalidez, en la enfermedad o en la muerte, gozaban de la consideración debida por propios y extraños a los demás miembros y familiares de la casa. En
ocasiones, toda una larga prole familiar las nombraba y llamaba anteponiendo cariñosamente a su nombre de pila el apelativo "mamá" a) Conocimos a una anciana, (Blasina), Cocinera desde su mocedad de la
familia Cordero Infante (Emilio); que durante el curso de su larga vida ahorró salarios y dejó a su muerte dos ranchos en la periferia del pueblo arriba. Era durante su vida al servicio de aquella familia, y después
hasta su muerte, como un propio miembro del hogar. b) "Seña o Siña Antonia", otra nonagenaria ya decrépita, pasaba sus últimos años de existencia alojada en la misma habitación que en sus mejores años
también tenía, en el martillo de la casa solariega de la familia Mencía Lora, (Simeón), atendida como un propio miembro de la misma; era de buen humor y Toño Lantigua el Sacristán de la Altagracia, que visitaba luego la
casa, le decía en broma: "no te creas que es verdad que tu eres de la familia Mencía. Cuando te mueras te sacarán por el patio", y sucedió, hacia 1906 -cosas coincidentes o del destino-, que Antonia y el
tronco venerable de aquella casa, don Moncito, mi Padrino, murieron con una diferencia de tres días, ella primero. La extrema gravedad del segundo era tal, que conforme al uso de ese tiempo estaba cerrado el tramo de la
calle con dos cuerdas con luz roja; que suspendían el tránsito de coches, carretas y cosas que hicieran ruido; (supra No. 92 - b) y nosotros
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decidimos llevarnos el cadáver de Siña
Antonia para velarlo en nuestra propia casa; y para que no llegase murmullo ni ruido que agravara mayormente al enfermo, tuvimos que sacar el cadáver por el patio. Lantigua solía decir después con acertada tristeza:
"la pobre Antonia, tanta broma que le di, y la sacaron realmente por el patio!" c) "Venancia", una muy antigua doméstica al servicio de la familia Vega Llenas (doña Amalia Vda.), en cuanto se
nublaba el cielo salía al Portal de la residencia y con extremoso afán, manifestación de su acendrado cariño,repetidas veces llamaba a Benigno el más pequeño de los varones de la casa. Tenía su propio léxico y de la
inminente amenaza de una lluvia se expresaba de esta forma: "Benigno, que venga! " "que va a "molliznar". "Ahí viene la "mollizna! , molliznarse da catarro! "mollíznate! Y verás!
". Es difícil recordarlo, pero empleaba la palabra "mollizna" como sustantivo, adjetivo y verbo en todo los tiempos de su conjugación; no sabía qué hacer por apresurar a Benigno. Pero el buen muchacho que
murió casi en la adolescencia, no fue por causa de la "mollizna" o lluvia menuda, sino por tifoidea. - Nuestra "doña Manuela" entró en la familia, en vida de nuestro abuelo materno el Gral.
Ricardo Curiel; y pasó con ellos las etapas de vida ministerial en la época del Presidente Báez y los malos tiempos; y murió con nosotros encorvada por 101 años de vida y rodeada del cariño familiar. 99.- Las
Enfermeras de Santiago a principios de este siglo no eran profesionales con estudios académicos o convalidados como las ha habido después; pero eran gentes prácticas, de fortaleza física, salud y resistencia; eran
afables y diligentes tanto como abnegadas, a pesar de que no gozaban de las comodidades de hoy. Yo no sé realmente dónde ni cómo aprendieron su arte ejercido tan satisfactoria y eficientemente. Porque no existían
verdaderos Hospitales. El de "La CARIDAD" transformado hoy en el "JOSE MARIA CABRAL" (antes "San Rafael") era un viejo caserón cuyas paredes existen todavía al final de la calle "30 de
Marzo", acera Oeste y esquina "Las Carreras", solo tenía algunas veinte o treinta camas y la mayor parte del tiempo estaba allí de fijo, un práctico, J. J. Ares y Gil.
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Probablemente ayudadas en la práctica de enfermería por tan generosos galenos que tenían Consultorios Médicos como el Dr. Raúl Fonts Sterling, el Dr. Pedro Pablo Dobal, el
Dr.Capitán Báez Lavastida, el Dr. Josepf Eldon, el Dr. Arturo Grullón, especialmente éste cuando abrió una pequeña sala de cirugía anexa a la Farmacia Normal; o el pequeño Hospital "San Rafael". Las Enfermeras
trabajaban a domicilio y poseían carácter y afabilidad como las Monjas que asisten en los Hospitales de nuestros días; amanecían junto a la cama de los enfermos graves; conocían las técnicas para mover, levantar, asear
y mantener confortablemente al enfermo, la cama y la habitación; administrar los medicamentos (apenas se usaban o no se usaban inyecciones). Los medicamentos eran todos o casi todos administrados por vía oral o por
unturas, fricciones, parches, inhalaciones, etc. Trataban excelentemente a sus enfermos y se las arreglaban para el difícil tratamiento de la ancianidad.
Conocí a doña Florita, natural de los lados de Amaceyes,
Gurabo a Tamboril, señora muy delgada y muy pequeña -mamá pijita, como la llamaba su hijo mayor, Zenito-, que al fin llegó a ser un Médico Práctico autorizado para ejercer y radicado algunas veces por los lados de
Bajabonico o Altamira-, persona doña Florita de las más acreditadas y competentes enfermeras de la época. Trabajó con las ancianas moribundas del ancestro de nuestra casa en unas dos o tres ocasiones en aquel tiempo y
era muy solicitada para atender enfermos graves en toda la ciudad. Entraba a la casa del enfermo en horas del atardecer y los deudos del moribundo tenían con ella el más grande alivio. Durante toda la noche los Médicos
le tenían la mayor confianza y le encomendaban los tratamientos que requerían mayor cuidado. Había también Parteras de pura práctica. Las primeras graduadas viajaron para sufrir exámenes en el Instituto Profesional de
Santo Domingo, después de estudios cumplidos bajo la dirección de los citados médicos santiagueses. Se graduaron hacia la segunda década algunas como las Srtas. María Castellanos, y Rafaela Octenwalder y la Sra. doña
Lolita N. de Díaz; doña Melania Vda. Saleta todas de la alta sociedad de Santiago y los estudios se denominaban entonces: "obstetricia". No fue sino más tarde cuando se especializaron
190 Pedro R. Batista C.
Médicos y establecieron Maternidades. Un psiquiatra práctico, con autorización o sin ella, era "Don Manuel" un ancianito encorvado por los años, blanco, de tez rosada, canoso
pelo y ojos azules que residía en las serranías de San José de las Matas o de Jánico y que se acercaba con imperturbable calma al cepo del loco furioso, le hablaba y le liberaba y emprendía un corto tratamiento.
Mejoraba y sanaba a veces solo temporalmente. Tenía fama y clientela. Viajaba a lomo de su caballo melao, con aparejo y árganas y usaba un sombrero tejido de guano a la manera de un fino panamá. Otro autorizado o no,
pero de mucha fama era don Pipino Corona que curaba el Tétano al que le decían Pasmo.
99. bis.- El Quehacer. La vida activa de la ciudad comenzaba a las 3 de la madrugada, cuando se abría el mercado público y
los tablajeros comenzaban a picar las carnes y las vendedoras a exponer sus ventas; los comerciantes árabes, en su mayoría abrían sus tiendas antes de clarear el día y a la salida del sol toda fuente de trabajo estaba
activa (infra No. ) El comercio estaba abierto de la mañana a la tarde. No cerraba a medio día. Se trabajaba de 12 a 13 y 14 horas sin descontento ni regateo. Patronos, empleados y obreros tenían amor y devoción por el
trabajo y ponían entusiasmo en alcanzar sus metas. Después de todo, no había nada que hacer habitualmente por las noches. En la mayoría de los meses del año, las gentes se retiraban a descansar entre 9 y 10 de la noche,
salvo alguna fiesta o espectáculo de circunstancia.
Santiago con el correr de los años ganó en la conciencia nacional el honroso apellidamiento de "ciudad trabajadora".
Pero para la vida civil y
religiosa, reuniones sociales y de cualquier otro orden, todo ese enorme potencial de trabajo tenía sus pausas circunstanciales, bien se tratara de guardar una fecha aniversaria, o un suceso de familia, o dar atención a
consideraciones de la vida en general. El comercio cerraba sus puertas por medio día y por todo el día en ocasiones como en los tres días de carnaval, en los días de fiestas cívicas; en ocasión del fallecimiento de
personas de relieve en la vida nacional o local, en los días de fiesta de guardar mandados por la iglesia y en otras numerosas ocasiones.
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